Literatura Infantil




La institución educativa Colegio San José de Guanentá empezó a desarrollar durante el año 2014 un proyecto de comprensión lectora llamado PILEO, con el fin de mejorar la lectura, escritura y comprensión de textos; es un proyecto impulsado por el área de Humanidades y es aplicado y desarrollado por todas las sedes que forman parte de la institución.



EL AGUA DE VIDA

Hubo una vez un rey que enfermó gravemente. No había nada que le aliviara ni calmara su dolor. Después de mucho deliberar, los sabios decidieron que sólo podría curarle el agua de la vida, tan difícil de encontrar que no se conocía a nadie que lo hubiera logrado. Este rey tenía tres hijos, el mayor de los cuales decidió partir en busca de la exótica medicina. - Sin duda, si logro que mejore, mi padre me premiará generosamente. - Pensaba, pues le importaba más el oro que la salud de su padre.
En su camino encontró a un pequeño hombrecillo que le preguntó su destino, a lo que le respondió: - ¿Qué te importa eso a ti?, ¡Enano!. Déjame seguir mi camino. El duende, ofendido por el maleducado príncipe, utilizó sus poderes para desviarle hacia una garganta en las
montañas que cada vez se estrechaba más, hasta que ni el caballo pudo dar la vuelta, y allí quedó atrapado. Viendo que su hermano no volvía, el mediano decidió ir en busca de la medicina para su padre: “Toda la recompensa será para mí”.- pensaba ambiciosamente.
No llevaba mucho recorrido, cuando el duende se le apareció preguntando a dónde iba: - ¡Qué te importará a ti!, aparta de mi camino, ¡Enano!. El duende se hizo a un lado, no sin antes maldecirle para que acabara en la misma trampa que el mayor, atrapado en un paso de las montañas que cada vez se hizo más estrecho, hasta que caballo y jinete quedaron inmovilizados. Al pasar los días y no tener noticias, el menor de los hijos del rey decidió ir en busca de sus hermanos y el agua milagrosa para sanar a su padre.
Cabalgando, encontró al hombrecillo que también a él le preguntó su destino: - Mi padre está muy enfermo, busco el agua de la vida, que es la única cura para él. - ¿Sabes ya a dónde debes dirigirte para encontrarla? – Volvió a preguntar el enano. - Aún no, ¿me podrías ayudar, duendecillo? - Has resultado ser amable y humilde, y mereces mi favor. Toma esta varilla y estos dos panes y dirígete hacia el castillo encantado. Toca la cancela tres veces con la vara, y arroja un pan a cada una de las dos bestias que intentarán comerte.
- Busca entonces la fuente del agua de la vida tan rápido como puedas, pues si dan las doce, y sigues en el interior del castillo, ya nunca más podrás salir. – Añadió el enanito. A lomos de su caballo, pasados varios días, llegó el príncipe al castillo encantado. Tocó tres veces la cancela con la vara mágica, amansó a las bestias con los panes y llegó a una estancia donde había una preciosa muchacha: - ¡Por fin se ha roto el hechizo! En agradecimiento, me casaré contigo si vuelves dentro de un año – Dijo la joven.
Contento por el ofrecimiento, el muchacho buscó rápidamente la fuente de la que manaba el agua de la vida. Llenó un frasco con ella y salió del castillo antes de las doce. De vuelta a palacio, se encontró de nuevo con el duende, a quien relató su experiencia y pidió: - Mis hermanos partieron hace tiempo, y no les he vuelto a ver. ¿No sabrías dónde puedo encontrarles?. - Están atrapados por la avaricia y el egoísmo, pero tu bondad les hará libres. Vuelve a casa y por el camino los encontrarás. Pero ¡cuídate de ellos!- Respondió el duende.
Tal como había anunciado el duende, el menor encontró a sus dos hermanos antes de llegar al castillo del rey. Los tres fueron a ver a su padre, quien después de tomar el agua de la vida se recuperó por completo. Incluso pareció rejuvenecer. El menor de los hermanos le
relató entonces su compromiso con la princesa, y su padre, orgulloso, le dio su más sincera bendición para la boda. Así pues, cerca de la fecha pactada, el menor de los príncipes se dispuso a partir en busca de su amada.
Ésta, esperando ansiosa en el castillo, ordenó extender una carretera de oro, desde su palacio hasta el camino, para dar la bienvenida a su futuro esposo: - Dejad pasar a aquel que venga por el centro de la carretera,- dijo a los guardianes – Cualquier otro será un impostor.- Advirtió. Y marchó a hacer los preparativos. Efectivamente, los dos hermanos mayores, envidiosos, tramaron por separado llegar antes que él y presentarse a la princesa como sus libertadores: - Suplantaré a mi hermano y desposaré a la princesa - Pensaba cada uno de ellos.
El primero en llegar fue el hermano mayor, que al ver la carretera de oro pensó que la estropearía si la pisaba, y dando un rodeo, se presentó a los guardas de la puerta, por la derecha, como el rescatador de la princesa. Mas éstos, obedientes le negaron el paso. El hermano mediano llegó después, pero apartó al caballo de la carretera por miedo a estropearla, y tomó el camino de la izquierda hasta los guardias, que tampoco le dejaron entrar.
Por último llegó el hermano menor, que ni siquiera notó cuando el caballo comenzó a caminar por la carretera de oro, pues iba tan absorto en sus pensamientos sobre la princesa que se podría decir que flotaba. Al llegar a la puerta, le abrieron enseguida, y allí estaba la princesa esperándole con los brazos abiertos, llena de alegría y reconociéndole como su salvador. Los esponsales duraron varios días, y trajeron mucha felicidad a la pareja, que invitó también al padre, que nunca volvió a enfermar.

(Los hermanos Grimm)
Antes de la lectura
-Lluvia de ideas sobre las posibles temáticas que tocará la lectura.

Durante la lectura
-La dinámica que ustedes estimen conveniente para las particularidades del grupo.

Después de la lectura
-Reflexión acerca de la historia.
-Charla sobre la responsabilidad que tenemos en el cuidado del agua y del medio ambiente.
-Diálogo con los niños acerca de las iniciativas que liderarán en casa para el ahorro de agua y la preservación del medio ambiente.
-Realización de un dibujo alusivo.
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APRENDER A PERDER

Pepito odiaba perder a lo que fuera. Sus papás, maestros y muchos otros decían que no sabía perder, pero lo que pasaba de verdad es que no podía soportar perder a nada, ni a las canicas.
Era tan estupendo, y se sentía tan bien cuando ganaba, que no quería renunciar a aquella sensación por nada del mundo; además, cuando perdía, era justo todo lo contrario, le parecía lo peor que le pudiera ocurrir.
 Por eso no jugaba a nada que no se le diera muy bien y en lo que no fuera un fenómeno, y no le importaba que un juego durase sólo un minuto si al terminar iba ganando. Y en lo que era bueno, como el futbolín, no paraba de jugar.
Cuando llego al colegio Alberto, un chico nuevo experto en ese mismo juego, no tardaron en enfrentarse. Pepito se preparó concentrado y serio, dispuesto a ganar, pero Alberto no parecía tomárselo enserio, andaba todo el rato sonriente y hacía chistes sobre todo.
Pero era realmente un fenómeno, marcaba goles una y otra vez, y no paraba de reír. Estaba tan poco atento, que pepito pudo hacerle trampa con el marcador, y llegó a ganar el partido. Pepito se mostró triunfante, pero a Alberto no pareció importarle:” A sido muy divertido, tenemos que volver a jugar”
Aquel día no se habló de otra cosa en el colegio que no fuera la gran victoria de Pepito. Pero por la noche, Pepito no se sentía feliz. Había ganado, y aun así no había ni rastro de la sensación de alegría que le gustaba sentir. Además, Alberto no se sentía nada mal por haber perdido, y pareció disfrutar perdiendo. Y para colmo al día siguiente pudo ver a Alberto jugando al baloncesto; era realmente malísimo, perdía una y otra vez, pero no abandonaba su sonrisa ni su alegría.
Durante varios días observó a aquel niño alegre, buenísimo en algunas cosas, malísimo hasta el ridículo en otras, que disfrutaba con todas ellas por igual.
 Y entonces comprendió que para disfrutar de los juegos no era necesario un marcador ni tener que ganar o perder, sino vivirlos con ganas, intentó hacerlo bien y disfrutando de aquellos momentos de juego.
Y se atrevió por fin a jugar al escondite, a hacer un chiste durante un partido al futbolín, y a sentir pena porque acabara un juego divertido, sin preocuparse por el resultado. Y sin saber muy bien por qué, los mayores empezaron a comentar a escondidas: "da gusto con Pepito, él sí que sabe perder"


ACTIVIDADES
Desarrolla la siguiente sopa de letras:

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EL SAXOFONISTA DE HAMELÓN

Qué aburrido sería el mundo sin la risa, la diversión, los juegos. ¡Imagínate un lugar en donde te prohíban ser feliz! Eso sucede en la lectura de hoy.
Las personas mayores de Hamelón eran las más mandonas del universo. Nunca dejaban en paz a los niños... Tenían reglas para todo.
Ni juguetes, ni cantar, ni saltar, ni futbol, ni muñecas... Los pobres niños sólo podían comer frutas y verduras.
Todo era aburrido. ¡Era insoportable!
Y de todos los mandones de Hamelón el más estricto era el alcalde. Se pasaba todo el tiempo inventando reglas. No le gustaban los niños y detestaba a los animales.
Los niños y niñas de Hamelón habrían hecho cualquier cosa por tener un perrito, un hámster, incluso un insecto; pero las mascotas estaban prohibidas.
Un lunes el alcalde prohibió la música.
El martes prohibió el chicle, el chocolate y las charlas.
El miércoles, los relojes.
El jueves, los teatros.
El viernes, las ranas y los fuegos artificiales.
El sábado prohibió rascarse, sonreír y los espantapájaros.
El domingo... Bueno, algunos niños decidieron reunirse en secreto.
–Esto ha llegado demasiado lejos –dijo uno.
–¡Necesitamos ayuda! –dijo una niña.
–¡Sí! –dijo otro–. ¡Necesitamos a alguien que no tenga miedo de las personas mayores!
De modo que los niños escribieron un mensaje secreto que decía: "Los niños de Hamelón buscan un héroe que salve la ciudad de un alcalde loco que dicta demasiadas leyes."
A la mañana siguiente vieron una extraña figura, vestida de la forma más increíble.
El forastero bajó hacia ellos a toda velocidad; su bici se detuvo en medio de una nube de polvo.
Sólo entonces los niños se dieron cuenta de que el forastero tenía en las manos... un saxofón y ¡algo prohibido!: una hamburguesa con papas fritas.
–¿Quién quiere una papita? –les preguntó.
Un niño se adelantó y, rápido como el rayo, tomó una. Era la primera que comía en su vida. ¡Y estaba deliciosa! Entonces todos comieron patatas fritas.
En aquel momento llegó el alcalde.
–¿Están locos? –les dijo a los niños– ¿Y la Regla 48 B?
El alcalde se quedó mudo cuando el saxofonista se le encaró, se llevó a los labios su instrumento y empezó a tocar...
Entonces un ratón apareció por la calle. Al ratón lo siguieron un conejo, un hámster, dos gatos y tres perritos.
Y el saxofonista seguía tocando.
Los niños de Hamelón fueron al encuentro de los animalitos y empezaron a acariciarlos.
El alcalde se puso a temblar:
–Las reglas –gimió.
Pero el saxofonista seguía tocando.
Aquella tarde hubo una gran fiesta. Los niños hicieron fuego en la Plaza y el alcalde tuvo que cocinarles: pan, pasteles, papas fritas...
Desde aquel día no hay esas reglas en Hamelón. La gente es feliz. Y el más feliz de todos es... el mismísimo alcalde.

Realiza las actividades que te proponemos a continuación:

¿Qué harías en un mundo con esa clase de reglas? ______________________________________________________________________________________________________________________________________

¿Consideras que fue correcto pedir ayuda?
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En una de las manos del forastero estaba el saxofón y algo prohibido. ¿Qué comida te gustaría ver en la otra mano para poderla disfrutar?
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Elabora un avión con esta hoja.
Una vez hayas elaborado el avión, escribe en una de sus alas la respuesta a la siguiente pregunta:
¿Qué sientes cuando tienes la comida en tus manos? ¿Es mejor la sensación cuando tienes hambre?
Lanza el avión, para que uno de tus compañeros lo recoja y pídele que lea lo que escribiste.

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